29/03/2022

Calibrar y perfilar el monitor con SpiderX Pro (2ª parte)

 La visualización de las imágenes en el monitor.

Antes de entrar en detalle sobre el proceso de ajuste, es necesario que conozcamos cómo se consigue que la versión digital de la imagen aparezca correctamente visualizada en el monitor.

El formato digital de la imagen representa cada píxel como un conjunto de tres valores de 8 bits (valores 0-255), correspondientes a los tres colores básicos del formato aditivo del color (rojo, verde azul o RGB por sus siglas en inglés). Por ejemplo (25, 154, 255) o (32, 0, 128)

Antiguamente los monitores eran dispositivos puramente analógicos, y por tanto necesitaban recibir la información de esa forma, como una señal de vídeo (no merece la pena abundar en este punto, pues es un vestigio del pasado). La transformación de la imagen digital a su equivalente analógico era responsabilidad de la tarjeta de vídeo o, como se le llama actualmente, tarjeta gráfica. El formato de transmisión de vídeo entre la tarjeta gráfica y el monitor se conocía como VGA, al igual que el nombre que se le daba a los conectores y al cable.

Con la llegada de los monitores LCD, éstos se encargaron de la conversión de la imagen digital a la analógica y hubo que desarrollar la conexión digital entre la tarjeta gráfica y el monitor. El monitor se convirtió en otro dispositivo digital más que recibía información digital desde el ordenador, como si de un disco duro o de otro periférico se tratara. Lógicamente se crearon estándares específicos de comunicación digital, dado que la información transmitida, por muy digital que sea, sigue tratándose de una señal de vídeo que exige una precisa coordinación temporal para su correcto visionado. Los estándares de conexión más populares, junto con sus conectores y cables, son DVI, HDMI y Display Port. Seguro que tu monitor tiene, al menos, un conector de uno de estos tres tipos.

En cualquier caso la imagen se transmite prácticamente en el mismo formato que se almacena, tres valores por píxel, 8 bits por color, lo que hace un total de 24 bits o 16,8 millones de posibles valores por cada píxel del monitor. Una vez transmitida la información de todos los píxeles del monitor, éste es capaz de reproducir una imagen estática en pantalla (llamada "cuadro" o "fotograma"), y el proceso vuelve a comenzar hasta alcanzar el número de cuadros por segundo necesarios para que la respuesta del monitor se perciba como instantánea a nuestros ojos. La velocidad de transmisión en un PC actual suele ser de 60 imágenes por segundo como mínimo, mientras que en el mundo del vídeo es de 24 para el cine y de 50 o 60 para la televisión.

Aunque la tarjeta de vídeo haya perdido la tarea de la conversión de la imagen digital a su correspondiente analógica, incorpora un elemento importante para el perfilado del monitor: la tabla de conversión o LUT, por sus siglas en inglés. ¿Qué es y para qué sirve? Lo veremos en la tercera parte de este artículo.

Los espacios de color.

La codificación digital de una imagen es, al fin y al cabo, un montón de números. Para dotarles de significado hay que establecer un sistema de referencia, de tal forma que para cada valor posible de un píxel exista un equivalente físico definido por los parámetros de brillo, matiz y saturación. Por tanto, cada combinación posible de los tres valores numéricos (rojo, verde y azul) de un pixel debe corresponderse con una combinación única de los valores de brillo (luminosidad), matiz (color) y saturación (intensidad del color que varía entre el gris equivalente o saturación 0 y el color puro o saturación máxima) que represente fielmente la parte de la imagen correspondiente al píxel.

Este sistema de referencia no es único, ya que la imagen digitalizada tiene múltiples usos y bastantes años a sus espaldas, y en su desarrollo ha resultado más práctico definir sistemas de referencia específicos que intentar solucionarlo todo con uno. Bienvenido a los espacios de color.

Un espacio de color es una representación numérica, unívoca y parcial del conjunto total de posibles valores de la imagen. Los más conocidos en fotografía son sRGB y Adobe RGB. A partir de un sistema ideal que recoge todos los posibles valores de brillo, matiz y saturación que la visión humana es capaz de percibir, se construye un espacio de color absoluto contra el que se define el resto de espacios de color. Cada espacio de color recoge un subconjunto del total de valores del espacio absoluto, y asigna de forma unívoca un valor numérico a cada elemento del subconjunto elegido.

Aunque el espacio de color es un conjunto tridimensional, se utiliza una representación bidimensional para hacerse una idea del alcance de los diferentes espacios de color respecto del espacio absoluto. La imagen de la izquierda se obtuvo tras ajustar mi monitor con el calibrador SpiderX Pro de Datacolor. El fondo coloreado representa el espacio de color absoulto, el triángulo rojo es el subconjunto de colores que el monitor es capaz de representar y el triángulo verde, el espacio de color sRGB. En la parte superior se indica que el monitor cubre el 98% del sRGB, ya que, aunque se extiende por una parte de los verdes azulados que están fuera del sRGB, hay una pequeña gama de colores azules y fucsia que es incapaz de reproducir.

Si el mismo monitor se compara con el espacio de color Adobe RGB (en azul), vemos que la cobertura del mismo es pobre (sólo un 91%), ya que se extiende mucho más que el monitor por los verdes y algo más por los azules.

¿Por qué utilizamos espacios de color diferentes para codificar las imágenes? Como ya he dicho antes, se trata del uso que les demos.

Hewlett Pacard (HP) y Microsoft crearon en 1996 el sRGB para representar la gama de colores que los monitores de esa época eran capaces de reproducir. Si las imágenes digitales se codificaban en sRGB, se garantizaba que su visualización en cualquier monitor fuese razonablemente precisa y consistente, independientemente del equipo utilizado. La explosión de la difusión de imágenes, producto de la implantación masiva de Internet, hizo que este espacio de color fuese extremadamente popular entre los diseñadores gráficos, los publicistas, los creadores de páginas web y los fotógrafos. Al codificar en sRGB sus imágenes destinadas a la publicación en Internet, podían confiar en que se viesen de forma similar a como las habían creado. A su vez, los fabricantes de monitores se esforzaron en diseñar nuevos modelos que cubriesen la totalidad de este espacio de color que, de facto, se había convertido en el estándar de Internet. Su popularización ha llevado a que, por defecto, cualquier imagen digital se asuma codificada en sRGB.

Por contra, el espacio de color Adobe RGB fue creado por Adobe para las imágenes digitales destinadas a la imprenta, que trabaja con un formato del color sustractivo, conocido como CMYK. A partir de un papel blanco, las imágenes se imprimen aplicando tintas de colores C (turquesa o cian), M (magenta o fucsia), Y (amarillo) y K (negro). El espacio de color Adobe RGB recoge en formato RGB la gama de colores que es capaz de reproducirse con las tintas de imprenta, y por tanto es ideal para preparar digitalmente todo tipo de publicaciones, tales como folletos publicitarios, revistas o libros.

Como hemos visto en el ejemplo práctico del ajuste de mi monitor (un modelo antiguo de gama media fabricado por Eizo), éste cubre prácticamente todo el espacio sRGB pero se deja parte de la gama de los verdes, turquesas y fucsias del Adobe RGB. Hasta hace diez años no aparecieron los primeros monitores que reproducían la totalidad del Adobe RGB y no eran precisamente baratos, pero dado su uso profesional hay un nicho de mercado que los requiere. No son populares, pero el profesional que los necesite tiene dónde elegir.

La existencia de diferentes espacios de color tiene un aspecto negativo que hay que comprender. Dada la codificación digital de un píxel, que como hemos visto es un trío de valores comprendidos entre 0 y 255, ¿qué color real representa, definido como brillo, matiz y saturación? No lo podemos saber sin conocer en qué espacio de color se codificó la imagen. El problema se agrava porque los formatos de los ficheros que contienen imágenes (jpg, tiff, etc.) no obligan a incluir en sus metadatos (información sobre el contenido del fichero que se incluye en su cabecera) el espacio de color utilizado en su codificación. Ya he comentado que, por defecto, se asume sRGB, pero esto no impide que un archivo codificado en Adobe RGB y sin información sobre su espacio de color se interprete como sRGB y se muestre de forma errónea (colores desaturados, enfatización de verdes y disminución de rojos).




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