No hay que mirar mucho para encontrar a un nikonista, nombre coloquial que se le da en el mundillo de la fotografía a un usuario de equipo Nikon. La tradición de esta marca es legendaria, a un nivel que pocas empresas pueden alardear de tener.
Pero la fotografía es un negocio, y sus empresas, sin ventas y beneficios, languidecen y desaparecen. Tras la enorme embestida que sufrió el sector con la llegada de la digitalización, el subidón en las ventas y la revalorización de la fotografía como entretenimiento de masas, Nikon consiguió mantenerse en la más alto compitiendo de tú a tú con el gigante Canon, gracias en parte a una inteligente gestión de la compleja transición tecnológica a la fotografía digital.
Pero el tiempo pasó, inexorable, y llegó la segunda ola de la digitalización, esa que ningún fabricante del sector supo ver: la universalización de la cámara fotográfica como parte de los dispositivos móviles. Las consecuencias han sido terribles, la caída de las ventas, abismal, y la vuelta del sector a las cifras anteriores a la digitación, devastadora. No voy a extenderme sobre las causas porque no aporta nada relevante al tema tratado aquí, pero al menos citaré una muy relevante: la incapacidad de las cámaras fotográficas para integrarse en el mundo hiperconectado de las redes sociales.
La crisis actual ha pillado a Nikon celebrando su centenario. Amarga celebración, pues. Las ventas caen año tras año en sus dos actividades más importantes, fotografía y litografía para la fabricación de semiconductores. En la memoria financiera del ejercicio que finalizó en marzo de 2017 leemos:
"El grupo Nikon quiso asegurar crecimientos futuros basándose en la actualización del plan de dirección a medio plazo, anunciado en el año 2015, con la intención de convertirse en un grupo empresarial capaz de mantener un crecimiento sostenido mediante una mezcla de sus sectores tradicionales y de otros nuevos, orientados al crecimiento. Sin embargo, la división de litografía para semiconductores sigue arrojando pérdidas mientras que la división de productos para la imagen se enfrenta a un mercado que decrece más rápido de lo previsto, y el desarrollo de las nuevas áreas de negocio no está dando los resultados esperados.
Debido a estas circunstancias hemos cancelado el plan referido y en su lugar se ha puesto en marcha una reestructuración. Con la intención de aumentar nuestro valor corporativo, hemos cambiado de una estrategia que aumente la facturación a otra que aumente el beneficio."
Dicho claramente: tenemos que sacar más beneficios con menos ventas, año tras año. En este ejercicio las ventas se han reducido un 8,6%. Con las dos principales áreas de negocio tocadas, la de litografía para semiconductores perdiendo dinero y la de imagen perdiendo volumen de ventas, la respuesta de Nikon es todo un clásico: focalizarse en los productos de mayor valor añadido (los más rentables) y reducir costes a saco, incluyendo el despido de personal.
¿Por qué deben preocuparse los usuarios de equipos fotográficos Nikon? Por dos motivos.
El primero es obvio: las empresas que van mal no son dueñas de su futuro. Una venta, una quiebra o cualquier otro suceso similar hace que la continuidad de la marca esté en entredicho. Teniendo en cuenta que la inversión en equipo fotográfico es a largo plazo y depende de diferentes elementos alrededor de un estándar propietario impuesto por la marca, su continuidad es muy importante para el comprador. Desde este punto de vista comprar nuevo equipo Nikon, sea una cámara, un objetivo o un flash, resulta menos atractivo o más peligroso, como se quiera ver.
El segundo puede parecer una contradicción, pero no lo es. Hace falta una gran inversión financiera y tecnológica para que Nikon sea viable en el mundo de la fotografía a largo plazo. Por un lado tiene que resolver de una vez por todas la incapacidad de extraer las imágenes de sus cámaras y publicarlas en las redes sociales con rapidez y facilidad, lo que exige gran cantidad de un software complejo de escribir y caro de mantener. Por otro, tiene que abandonar la tecnología réflex de una vez por todas y evolucionar sus diseños a cámaras sin elementos móviles o muy caros como el espejo, el obturador mecánico de cortinillas y el visor óptico. Es la única forma de generar beneficios en un mercado en contracción, ya que se eliminan los elementos más caros y complejos de fabricar, ensamblar y reparar. Sony ha marcado el camino con el nuevo sensor que equipa la cámara Alpha a9, un camino que tiene un coste elevado en investigación y desarrollo y que, cuanto más tarde y más despacio recorra Nikon más le perjudicará en el futuro y, llegado el caso, puede desencadenar su venta o su extinción.
Estos retos son importantes incluso para empresas grandes como Canon y Sony. La tarea es mucho más difícil para Nikon, una empresa más pequeña que las anteriores (lo que limita el presupuesto de I+D) y que atraviesa momentos financieros difíciles. La tentación del cortoplacismo está ahí; si Nikon sucumbe a ella, sigue evolucionando tímidamente sus cámaras réflex y no apuesta por la ruptura con la tecnología antigua, su situación no hará más que empeorar.
¿Y qué podemos hacer los nikonistas? La opción más lógica es esperar a ver qué pasa, evitando comprar nuevo material Nikon hasta que quede claro qué camino tecnológico seguirá la empresa para afrontar la era postréflex. La segunda opción consiste en aprovecharse de las ofertas en el mercado de segunda mano, gracias a los usuarios que migren a otras marcas como Canon y, sobre todo, Sony. La tercera opción es adelantarse a los acontecimientos y cambiar de marca, una decisión drástica por su elevado coste en dinero y en aprendizaje.
Toca estar atentos a los acontecimientos y esperar que Nikon pueda superar la crisis. La empresa y sus clientes se lo merecen.
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